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EL RECHAZO MATERNO INCONSCIENTE

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    Admin
  • 27 feb 2017
  • 4 Min. de lectura

La vida es el deseo mismo, deseo del feto por mediación de otros dos seres. F. Dolto

El rechazo materno está englobado en algo más amplio: el rechazo a la sexualidad misma. Entonces no es un bebé, un ser humano, el rechazado, sino un producto o un aspecto de esa sexualidad a la que la madre se niega. El conflicto entre amar o rechazar a un hijo es una lucha emocional, inconsciente, propiciada por la historia personal de la madre y (quizás menos significativo) por el contexto en que determinada madre se desarrolla.

Para entender el rechazo inconsciente que una madre experimenta por su hijo, seguramente habría que explorar esas causas de las que ella misma no da cuenta. Frecuentemente, se plantean diversas causas, o más bien circunstancias en las que puede surgir este rechazo: problemas financieros, condiciones sociales y laborales, condiciones de salud (edad, estado físico, etc.), estado civil, sexo del bebé, entre otras. Todo esto puede hacer parecer lógico, o entendible el rechazo, sin embargo, la verdadera causa, que hará que las situaciones externas cobren o no sentido, se ha de encontrar en la madre, en su deseo.

El rechazo no implica que, a nivel consciente, la madre no ame a su hijo pero, al ser un rechazo inconsciente, la madre no lo registrará y por tanto, ella y su hijo lo seguirán viviendo en ese plano. Y, evidentemente, esta situación, inconsciente en la madre, hará eco inconsciente en el niño y las relaciones entre ellos.

Algunas manifestaciones de este rechazo pueden ir desde el abandono total hasta la sobreprotección, pasando por el desarrollo de trastornos en el niño que difícilmente se resolverán mientras él se sienta un hijo rechazado y no lo pueda apalabrar. El abandono puede no sólo ser físico, sino también, por llamarlo de alguna manera, mental: el hijo no ocupa los pensamientos y sentimientos de la madre, escasamente existiría el “lenguaje mental” del que habla Dolto, esa comunicación tan necesaria entre madre e hijo. Por otro lado, la indiferencia materna por el niño, también sentida por él como rechazo.

La sobreprotección, en cambio, enmascara el rechazo, siendo quizás una “variación” cruel de éste. Sirve por un lado para encubrir la culpa que posiblemente sienta una madre por rechazar a su hijo, por otro, es una relación en la que no se permite crecer al niño, se lo cubre con cuidados excesivos de manera que el crecimiento psíquico no va a la par del físico; y al encapsular así un niño, se le niega la posibilidad de ser un sujeto deseante, un sujeto, simplemente; y no un producto o una extensión de la madre.

Otra posible manifestación del rechazo materno, bastante compleja en sí misma, es el autismo. Parecería que la madre no da paso al deseo en su hijo, negándole -inconscientemente, como es obvio- el lenguaje. Sobre el niño autista, en La causa de los niños, Dolto dice que tiene potencialidades de deseo pero, si éste no está tejido de elementos de lenguaje, la función simbólica que se halla siempre en actividad, durante los estados de vigilia, marcha en vacío sin código, sin organizar un lenguaje comunicable. Quizás sea porque la madre, en su rechazo, no le transmitió ese código.

Además del autismo, hay otros trastornos que un bebé o un niño pueden manifestar en respuesta al rechazo que sienten por parte de la madre (y, más ampliamente, de sus progenitores). Algunos de ellos ya han sido considerados clínicamente dentro del vínculo madre-hijo: instinto de succión de poca intensidad, o inversión de este reflejo; rumiación, juegos fecales, trastornos cutáneos y otros tantos que son la expresión de estímulos maternos escasos o caóticos, porque son precarios mensajes maternos que transmiten angustia.

En definitiva, “sea cual fuere la actitud manifiesta de la madre, el niño percibe el afecto subyacente, ya que su inconsciente está desde el principio en contacto directo con el de la madre, registra el impacto de los sentimientos hostiles aunque estén sobrecompensados por una conducta solícita; y reacciona con trastornos”.

Probablemente no pueda hablarse de un rechazo absoluto de la madre por el niño, o su lado contrario, un niño (completamente) deseado. Porque ambos polos pueden estar presentes en los vínculos entre madre (o quien desempeñe estas funciones) e hijo, por la complejidad humana; lo más seguro es que exista, en la mayoría de los casos, el suficiente grado de función reverie, en términos de Bion, para traducir las emociones del niño, incluso el sentimiento de ser rechazado, para que se instituya el lenguaje, y así, en mayor o menor medida, se establezca como sujeto de deseo, porque, en sí mismo, desde la vida fetal, ya está el niño cargado de un deseo propio: el deseo de vivir. Por lo tanto, su cuerpo es capaz de dejar de ser el lenguaje de la historia de sus padres, para ser el lenguaje de su propia historia.

REFERENCIAS

Dolto, Francoise (1986). La causa de los niños. Barcelona: Paidós.

Dolto, Francoise (1997). Niño deseado, niño feliz. Barcelona: Paidós.

Visión psicológica (22 de abril de 2008). Trastornos Psicotóxicos: René Spitz. [Mensaje en un blog]. Recuperado de: http://visionpsicologica.blogspot.com/2008/04/segn-spitz-las-enfermedades-psicotxicas.html

 
 
 

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